Villa de San Francisco, Franciso Morazán, Honduras

lunes, 21 de febrero de 2011

¿DÓNDE ESTÁ MI IGLESIA, DÓNDE ESTÁ MI IGLESIA?

Estas fueron las palabras que en un vehemente reclamo y con lágrimas en sus ojos, en mi presencia a un sacerdote de nuestra parroquia le hiciera un desesperado y empobrecido misionero norteamericano, que ha dedicado 16 años de su vida, y todos, absolutamente todos sus bienes, que no eran pocos, a la ayuda de los niños y las madres abandonadas en honduras y que ahora se encuentra en una situación desesperada, al punto de cerrar su ministerio, por haber acogido en su seno de buena fe y por hermandad cristiana a unos “pastores evangélicos” que le han saqueado su ministerio, se han apoderado de las aportaciones que por dispensa de impuestos le enviaban de los Estados Unidos y ahora además pretenden sacarlo de esa Asociación que él y únicamente él fundara y creara sin ningún fin de lucro, con el propósito estos, de seguir aprovechándose de los dólares de las donaciones y que el misionero, ingenua y confiadamente les permitió manejar.
Siendo él un misionero laico católico, creyente de la bondad humana y de corazón sencillo fue fácil victima de estos malvados lobos vestidos con piel de oveja que son apoyados por una serie de organizaciones evangélicas ficticias cuyo único fin es el lucro, mismas que intuimos cuentan con el encubrimiento y colaboración de algunos funcionarios corruptos de la administración pública y de una Secretaría de Estado en particular. Y Siendo tan desesperante la situación, el mencionado norteamericano acudió a solicitar la ayuda inmediata de su iglesia: La Iglesia Católica y en particular de su parroquia. ¿Y qué pasó? ¿Cuál fue la reacción? ¿Qué acciones tomó la iglesia en esa situación tan apremiante? En los 9 meses transcurridos desde que el misionero acudió “A SU IGLESIA” no se ha resuelto nada en concreto. El tiempo ha transcurrido en pura palabrería, promesas, limosnas para que el misionero pueda sobrevivir con su familia. Y yo, el que escribo, siendo un católico practicante y comprometido verdaderamente con la doctrina social de la Iglesia he acudido dándole la ayuda legal a la asociación legalmente constituida por el mencionado señor y he avanzado muchísimo en este campo para protegerlo de la voracidad de los llamados “pastores” y de la complicidad de funcionarios de la administración pública. Sin embargo, el asunto legal no es el problema. El problema es de ayuda económica al ministerio, para que siga funcionando, para que viva, para que cumpla la misión para la que fue creado con tantos sacrificios, para que se proyecte a los pobres, a los desposeídos, a los más necesitados. Pero primero hay que neutralizar a esa banda de criminales organizada y luego reordenar el funcionamiento del ministerio y es allí donde se pretende que deberá entrar la Iglesia Católica. Sin embargo, aún poniéndole el susodicho Ministerio a la orden con todas sus instalaciones, que consisten en clínica médica, clínica odontológica, comedor, escuela, escuela de computación, un área de 8 manzanas dónde se empezaba a desarrollar un proyecto avícola, que cuenta con comedor para madres y niños, cocinas instaladas con todos sus utensilios, donde se construían más aulas de clases, donde se les daba ropa, alimento, útiles escolares, transporte a colegios de la ciudad, se les pagaba estudios secundarios etc. Sin embargo, aún así, la Iglesia no reacciona, está inerte, como hipnotizada, adormilada, insensible; presa en una burocracia peor que la de los gobiernos; con sacerdotes y jerarcas de la Iglesia insensibles e indiferentes. Y digo esto porque hemos intentado por todos los medios a nuestro alcance de comunicarnos con su Eminencia el Cardenal y eso es imposible, lo rodea un bunker infranqueable o nunca se encuentra en el país.

Debo de reconocer que algunos buenos sacerdotes han intentado ayudar a su manera y en su pobreza han dado lo que pueden y acudido hasta donde pueden acudir, pues los estratos jerárquicos de la Iglesia son infranqueables y exigen total sumisión y obediencia.
Es esta actitud burocracia indiferente, de jerarquías eclesiásticas insensibles al dolor humano que nos llevan a preguntarnos a los verdaderos católicos, tal y como lo hiciera este misionero: ¿Dónde está mi iglesia? Y que yo agregaría: ¿Dónde está la doctrina Social de la Iglesia? ¿Es acaso solamente teoría que se difunde en los púlpitos o por los medios de comunicación pero que no se ve en verdadera acción? Esta experiencia que con mi iglesia estoy viendo y viviendo a través del dolor y abandono de un verdadero cristiano que ha dado todo por los pobres tal y como nuestro Señor Jesús lo enseñó, me causa gran dolor y decepción, pues me da la impresión que se repite la experiencia que vivió el mismo Jesucristo con la jerarquía sacerdotal de su tiempo, con los judíos fariseos hipócritas.
La sociedad actual no solamente precisa de la palabra, el rito, la oración y el rezo. Necesita de pan, vestido, techo, medicina, educación y amor; y esto mi iglesia lo soslaya, no está en un lugar importante de su agenda. Y es aquí donde encontramos la respuesta de por qué la gran deserción de católicos hacia las sectas protestantes. Simplemente porque aquellos se proyectan a solucionar sus necesidades del diario vivir, y aunque eso implique aprovecharse y lucrarse las autoridades de estas iglesias de los dineros que recaudan, al menos no son indiferentes a esas necesidades humanas.
Es por estas circunstancias, con todo el respeto que su Eminencia se merece, me veo obligado a hacer un llamado al Cardenal Andrés Rodríguez y a su jerarquía eclesiástica, para que se bajen un poco de su pedestal y de las alturas donde se ubican. Les pido que se relacionen con los pobres, con los necesitados y no solamente para salir en la televisión o en los periódicos sino que en una obra de verdad, sin publicidad pero con efectos. Inicie esta acción ayudando al misionero desesperado por el apoyo de su iglesia. En la Parroquia de Nuestra Señora de Suyapa le informarán.