Villa de San Francisco, Franciso Morazán, Honduras

viernes, 16 de abril de 2010

ESENCIA

En el camino de la vida se van adquiriendo hábitos y conocimientos que poco a poco van conformando nuestro acervo cultural, forjando nuestra personalidad y, por ende, nuestra esencia.

Con la serenidad que dan los años ya vividos, es tiempo de mirarse el ombligo, descubrir nuestra propia esencia e intentar desarrollar opiniones y pensamientos escritos, acerca de circunstancias y sucesos que acontecen en nuestras propias vidas y que puedan interesar a otras personas.

En ese quehacer pueden aflorar sentimientos, y puntualmente estados emocionales, que a través de una comunicación subliminal puedan ser percibidas por quien las lee.

El término esencia (del latín essentia, del verbo esse, ser, derivado del griego ousia) designa en metafísica la realidad persistente de un ser a través de las modificaciones de sus accidentes De un ser se puede decir que es, o lo que es, lo que introduce los dos correlativos esencia y sustancia. El primero hace la pregunta del qué es lo que para un ser, y permite desprender de ello la naturaleza esencial e invariable de los objetos, Seguidamente, se distingue, por oposición esta vez, la esencia de la existencia, en la medida en que la existencia es la realización de la esencia.

La crítica de esta distinción pasa habitualmente por la negación de la esencia, sea como realidad, sea como ser inteligible por el hombre. Es el caso por ejemplo en el esceptisismo y para Nietzsche. Esta negación se transforma a veces en nihilismo, puesto que ya no es posible hacer de la realidad un objeto inteligible dotado de sentido y que los valores de la ética no encuentran ya fundamento cierto alguno.

Un argumento en contra del concepto de esencia es que el llegar a ser no admite ninguna realidad estable, puesto que la idea de un ser inmutable es contradictoria, y que lo que llamamos esencia no es más que un agregado efímero de fuerzas o átomos.

Consecuencia de la negación de la esencia, la afirmación de la sola existencia.

"De ahí conocí que yo era una sustancia de la cual toda la esencia o la naturaleza no es más que pensar." (Discurso del Método, 4ª parte) Descartes.

"La esencia, es todo lo que la realidad humana entiende de sí misma como habiendo sido" (El Ser y la Nada, 1ª parte, capítulo 1) Sartre.

viernes, 9 de abril de 2010

EL PAN DE CRISTO


El siguiente es un relato verídico de un hombre llamado Víctor.
Al cabo de meses de encontrarse sin trabajo se vio obligado a recurrir a la mendicidad para sobrevivir, cosa que lo avergonzaba profundamente.
Una fría tarde de invierno se encontraba en las inmediaciones de un club privado cuando observó a un hombre y su esposa que entraban al mismo.
Víctor pidió al hombre unas monedas para poder comprarse algo de comer.
-Lo siento, amigo, pero no tengo nada de cambio –replicó este.
La mujer que oyó la conversación preguntó; ¿Qué quería ese pobre hombre?
-Dinero para una comida. Dijo que tenia hambre –respondió su marido.
Lorenzo, no podemos entrar a comer una comida suntuosa que no necesitamos y ¡dejar a un hombre hambriento aquí afuera¡
-¡Hoy en día hay un mendigo en cada esquina¡ Seguro que quiere el dinero para beber.
¡Yo tengo un poco de cambio¡ Le daré algo.
Aunque Víctor estaba de espaldas a ellos oyó todo lo que dijeron, avergonzado, quería alejarse corriendo de allí, pero en ese momento oyó la amable voz de la mujer que le decía: Aquí tiene unas monedas. Consígase algo de comer, aunque la situación está  difícil no pierda la esperanza. En alguna parte hay un empleo para usted. Espero que lo encuentre.
-¡Muchas gracias, señora¡ Me ha dado usted ocasión de comenzar de nuevo y me ha ayudado a cobrar ánimos. Jamás olvidaré su gentileza.
-Estará usted comiendo el pan de cristo ¡compártalo- dijo ella con una cálida sonrisa dirigida más bien a un hombre  y no a un mendigo.
Víctor sintió como que una descarga eléctrica le recorriera el cuerpo, encontró un lugar barato donde comer, gastó la mitad de lo que la señora le había dado y resolvió guardar lo que le sobraba para otro día. Comería el pan de Cristo dos días. Una vez más aquella descarga eléctrica corría por su interior. ¡El pan de Cristo¡
-¡Un momento¡ -pensó-. No puedo guardarme el pan de Cristo solamente para mí mismo.
Le parecía estar escuchando el eco de un viejo himno que había aprendido en la escuela dominical. En ese momento pasó a su lado un anciano.
-Quizás este pobre anciano tenga hambre –pensó-. Tengo que compartir el pan de Cristo.
-Oiga- -Exclamó Víctor- ¿Le gustaría entrar y comerse una buena comida?
El viejo dio vuelta y lo miró con descreimiento.
¿Habla usted en serio, amigo? El hombre no daba crédito a su buena fortuna hasta que se sentó a una mesa cubierta por un hule y le pusieron delante un plato de guiso caliente. Durante la cena. Víctor notó que el hombre envolvía un pedazo de pan en su servilleta de papel.
-¿Está guardando un poco para mañana? –Le preguntó.
-No, no. ¡Es que hay un chico que conozco por donde suelo pasar frecuentemente, que la ha pasado mal últimamente y estaba llorando cuando lo dejé, tenía hambre, le voy a llevar el pan.
-¡Al pan de Cristo¡ Recordó nuevamente las palabras de la mujer y tuvo la extraña sensación de que había un tercer convidado sentado a aquella mesa. A lo lejos las campanas de una iglesia parecían entonar a los dos el viejo himno que le había sonado antes en la cabeza.
Los dos hombres llevaron el pan al niño hambriento que comenzó a engullírselo. De golpe se detuvo y llamó a un perro, un perro perdido y asustado.
-Aquí tienes perrito. Te doy la mitad –dijo el niño. El pan de Cristo alcanza también para ti.
El niño había cambiado totalmente de semblante. Se puso de pie y comenzó a vender el periódico con entusiasmo.
-Hasta luego –dijo Víctor al viejo- En alguna parte hay un empleo para usted. Pronto dará con él. No desespere.
-¿sabe? –Su voz se tornó en un susurro- Esto  que hemos comido es el pan de Cristo. Una señora me lo dijo cuando me dio aquellas monedas para comprarlo. ¡El futuro nos depara algo bueno¡
Al alejarse el viejo, Víctor se dio vuelta y se encontró con el perro que le olfateaba la pierna.
Se agachó para acariciarlo y descubrió que tenía un collar que llevaba gravado el nombre del dueño.
Víctor recorrió el largo camino hasta la casa del dueño del perro y llamó a la puerta.
Al salir este y ver que había encontrado a su perro, se puso contentísimo, de pronto la expresión de su rostro se tornó seria. Estaba por reprocharle a Víctor que seguramente había robado el perro para cobrar la recompensa, pero no lo hizo. Víctor ostentaba un cierto aire de dignidad que lo detuvo.
En cambio dijo: En el periódico de ayer ofrecí una recompensa ¡aquí tiene!, Víctor miró el billete medio aturdido, - no puedo aceptarlo- dijo quedamente- solo quería hacerle un bien al perro.
¡téngalo, para mí lo que usted hizo vale mas que eso  - le interesaría un empleo-, venga a mi oficina mañana me interesa una persona tan íntegra como usted, y mientras caminaba por la avenida le volvió a la mente aquel viejo himno que le recordaba su niñez que se titulaba  “PARTA EL PAN DE VIDA”...
“No os canséis de dar pero no deis las sobras dad hasta sentirlo hasta que duela, que el señor nos conceda la gracia de tomar la cruz y seguirlo aunque duela, ahora si, lo deseas comparte esto con los demás el pan de Cristo. Yo ya lo  hice espero que sirva de algo en su vida... ¡Qué Dios los bendiga siempre!
Señor Jesús te amo mucho, te necesito para siempre estas en lo mas profundo de mi corazón, bendice con tus néctares corporales a mi familia, mi casa, mi hogar, mi empleo, mis finanzas, mis proyectos y a mis amigos.

De su amiga MARIA DE JESUS. Semana santa 2008.