NUESTRA POLÍTICA: UNA GRAN COMEDIA

Teatro Nacional Manuel Bonilla

La gran mayoría de los hondureños somos espectadores involuntarios de una gran comedia que los políticos a diario nos presentan, pues esta, tal y como la define nuestro idioma, es una farsa, un espectáculo teatral que pretende divertir al espectador con números de diálogos divertidos, cantos y bailes, que pretenden un final feliz. Desgraciadamente la Comedia Política, también es una farsa, pero con distinto fin, pues se montan números o rutinas teatrales con diálogos ilógicos y confusos que nadie entiende y mucho menos divierten; bailan al son de sus ambiciones egoístas y le cantan loas a la corrupción y la impunidad. A contrario sensu de la Comedia propiamente dicha, la comedia política nos lleva a la infelicidad, a la frustración, a la desilusión y la incredulidad y como resultado de este teatro falso e inverosímil han salido a la palestra politiquera una nueva camada de diestros magos, con sus nuevos mini partidos; dos en particular,  que prometen resolver de una vez por todas los problemas que aquejan a la nación y que en 40 años de vida democrática, los políticos de turno, no tienen ni siquiera idea de cómo los resolverán.

Es así que en estos nuevos retoños que brotan en el hediondo jardín político, vemos unos con ideas radicales de izquierda que pretenden incendiar el país. Y en este teatro he visto al político más corrupto, ignorante y traidor que ha puesto su trasero en la silla presidencial, pretender arengar a una pandilla de anarquistas, vividores, manipuladores y con discursos gastados y repetitivos que tuvieron algún impacto en los aquellos años “gloriosos para el político”, gloriosos porque el pueblo creía en la democracia que pregonaban. Ahora ese discurso no es más que un insepulto y pútrido cadáver ideológico. A estos comediantes estamos acostumbrados, no así a uno de especial interés y atención, pues lo vemos constantemente en los medios televisivos. A este sujeto, recientemente lo veía y escuchaba en una entrevista y me quedé atónito por lo que expresaba sin el menor asomo de estar consciente de sus afirmaciones, pues no tiene ni la menor idea de cómo se manejan los problemas más elementales de la nación y mucho menos cómo resolverlos.