“En la antigua China un emperador muy poderoso tenía entre sus consejeros a uno de los hombres más sabios e incorruptibles del Imperio y el monarca lo favorecía con gran aprecio, respeto y estima. Sin embargo este sabio siempre conservaba su humildad ante todas las personas, ya fuesen nobles o vasallos, ricos o pobres. Siendo así que esta actitud generó la envidia de otro de los consejeros del emperador, pues veía con celos la preferencia que el Emperador le dispensaba, por lo que urdió un malévolo plan para difamarlo ante el monarca y el pueblo difundiendo por todo el reino rumores y falsedades de acciones delictivas, traición y deslealtad hacia el Emperador. Estos falsos rumores acrecentados y magnificados, llegaron a oídos del Monarca quien envenenado en su ánimo por el envidioso conspirador, sin escuchar del sabio argumento alguno en su defensa ordenó, se le mandara al exilio al y que se le despojara de todos sus bienes y privilegios.
Habiendo logrado sus propósitos el Consejero envidioso, pasó a ocupar el lugar del sabio, y obtener favores, beneficios y poder; situación que lo llevó a envanecerse a tal grado que llamó la atención del monarca, el que, por los muchos años transcurridos desde que expulsó al sabio, ya había adquirido sabiduría y prudencia en su actuar. Por estas circunstancias, ordenó se investigara sobre las antiguas acusaciones que este último hizo contra el sabio desterrado y comprobó que todo había sido una falsedad y que había actuado apresurada e injustamente contra el hombre que siempre le fue leal y le brindó sabios consejos. En tal virtud, mandó buscar al sabio desterrado y lo hizo venir al palacio y hacerle saber que se había cometido una gran injusticia contra él por las falsedades divulgadas
en su contra y por lo cual mandaría a decapitar al difamador, dejando a voluntad del sabio si lo perdonaba y trayendo el Emperador a presencia suya y del sabio al difamador, le dijo que dejaba a su criterio la ejecución o su perdón, por lo que el mentiroso y falsario consejero, imploró de rodillas ante el sabio pidiéndole clemencia por sus viles acciones diciendo que dedicaría el resto de su vida a restablecer su honorabilidad, sabiduría y decencia ante el pueblo y la Corte. Sin inmutarse el viejo hombre sabio le dijo que le perdonaba la vida, con una sola condición. Inmediatamente el difamador respondió que haría cualquier cosa para subsanar su falta. Siendo esta su respuesta; el sabio le dijo al malévolo consejero que su condición consistía en que se llevara Diez almohadones de plumón de blancas garzas que contendrían diez mil plumas cada uno, que subiera a la cima de la montaña de los vientos, las esparciera y que luego las recogiera todas y se las trajera, y contadas que fueran, si estaban las cien mil, le perdonaría la vida. Ante tal condición el difamador replicó que era imposible que pudiera recoger las plumas lanzadas al viento pues este las esparciría por todos lados. Ante esta réplica el sabio le contesto: Si me dices que es imposible para ti recoger las plumas lanzadas al viento, ¿Cómo entonces me prometes que dedicaras tu vida a restablecer mi honor desdiciendo todas las falsedades que lanzaste en mi contra en todo el Imperio? Sabes perfectamente que esto también es imposible. Siendo entonces que no pudiendo cumplir la condición que el sabio impuso, el malvado e intrigante consejero fue ejecutado.”
La moraleja: cuando al alguien se le difama, se le calumnia y se la mancha su honor, no importa que pruebe ante los tribunales y ante la justicia su inocencia y su honorabilidad pues siempre habrá plumas que el difamador o el difamado no podrán recoger. Es por eso lamentable que algunos “periodistas” que tienen el privilegio de “informar” no comprendan el alcance de lo que es calumnia y difamación y que por sus falsedades no sean castigados.
Habiendo logrado sus propósitos el Consejero envidioso, pasó a ocupar el lugar del sabio, y obtener favores, beneficios y poder; situación que lo llevó a envanecerse a tal grado que llamó la atención del monarca, el que, por los muchos años transcurridos desde que expulsó al sabio, ya había adquirido sabiduría y prudencia en su actuar. Por estas circunstancias, ordenó se investigara sobre las antiguas acusaciones que este último hizo contra el sabio desterrado y comprobó que todo había sido una falsedad y que había actuado apresurada e injustamente contra el hombre que siempre le fue leal y le brindó sabios consejos. En tal virtud, mandó buscar al sabio desterrado y lo hizo venir al palacio y hacerle saber que se había cometido una gran injusticia contra él por las falsedades divulgadas
en su contra y por lo cual mandaría a decapitar al difamador, dejando a voluntad del sabio si lo perdonaba y trayendo el Emperador a presencia suya y del sabio al difamador, le dijo que dejaba a su criterio la ejecución o su perdón, por lo que el mentiroso y falsario consejero, imploró de rodillas ante el sabio pidiéndole clemencia por sus viles acciones diciendo que dedicaría el resto de su vida a restablecer su honorabilidad, sabiduría y decencia ante el pueblo y la Corte. Sin inmutarse el viejo hombre sabio le dijo que le perdonaba la vida, con una sola condición. Inmediatamente el difamador respondió que haría cualquier cosa para subsanar su falta. Siendo esta su respuesta; el sabio le dijo al malévolo consejero que su condición consistía en que se llevara Diez almohadones de plumón de blancas garzas que contendrían diez mil plumas cada uno, que subiera a la cima de la montaña de los vientos, las esparciera y que luego las recogiera todas y se las trajera, y contadas que fueran, si estaban las cien mil, le perdonaría la vida. Ante tal condición el difamador replicó que era imposible que pudiera recoger las plumas lanzadas al viento pues este las esparciría por todos lados. Ante esta réplica el sabio le contesto: Si me dices que es imposible para ti recoger las plumas lanzadas al viento, ¿Cómo entonces me prometes que dedicaras tu vida a restablecer mi honor desdiciendo todas las falsedades que lanzaste en mi contra en todo el Imperio? Sabes perfectamente que esto también es imposible. Siendo entonces que no pudiendo cumplir la condición que el sabio impuso, el malvado e intrigante consejero fue ejecutado.”
La moraleja: cuando al alguien se le difama, se le calumnia y se la mancha su honor, no importa que pruebe ante los tribunales y ante la justicia su inocencia y su honorabilidad pues siempre habrá plumas que el difamador o el difamado no podrán recoger. Es por eso lamentable que algunos “periodistas” que tienen el privilegio de “informar” no comprendan el alcance de lo que es calumnia y difamación y que por sus falsedades no sean castigados.
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