Villa de San Francisco, Franciso Morazán, Honduras

martes, 9 de marzo de 2010

EPIDEMIA RECURRENTE

Aunque no soy un personaje importante, sí tengo muchos amigos que se mueven en las altas esferas del Poder, la política y la riqueza. Y cuando por casualidad me reúno o me invitan a una reunión en la que se encuentran varios o algunos de los posibles infectados, aprovecho la ocasión, de manera indirecta y supuestamente disimulada, para vacunarlos contra la “ENFERMEDAD DEL ZOPILOTE”. Y en vista de que no soy médico ni nada que se parezca, viene al caso hacer pública mi manera de vacunar a todos los grandes señorones y señoronas de antes y de ahora, porque esta recurrente “ENFERMEDAD DEL ZOPILOTE” se vuelve epidemia siempre que hay un cambio de gobierno. Y el ejemplo más claro es lo acontecido con el depuesto Presidente Don Manuel Zelaya Rosales a quien lo contagió Hugo Chávez Frías. Esto quiere decir que esta enfermedad llega hasta, los ya de por sí encumbrados, que afectados por ella quieren encumbrarse más.


Es un hecho, sin lugar a dudas, que esta enfermedad nuevamente apareció en Honduras sumándose a “la Fiebre Porcina” “al dengue” y otras, pues se efectuó un cambio de Gobierno y tomó el Poder Don Porfirio Lobo Sosa, deduciendo por la manera de cómo se ven las cosas que atacará con gran virulencia (si es que cabe esta palabra) a muchos de los favorecidos con cargos públicos, por lo que me he tomado la libertad de acudir a mi amigo Rodrigo Won Arévalo a que se sume a esta campaña de vacunación contra esta epidemia pronta a atacar, y por sus medios periodísticos masivos vacunar a las personas propensas a ser infectadas, pues las personas enfermas ya no tienen remedio hasta que ceda la epidemia y el foco de infección que llega al terminar el período de gobierno; pero entre tanto, le hacen mucho daño al pueblo humilde y a la nación.


Esta vacuna para los propensos, consiste en contarles una experiencia que tuve hace ya algunos años, para ser más preciso, al inicio del gobierno del Licenciado Rafael Leonardo Callejas Romero, y que me hizo conocer y aprender en qué consistía y cuáles son sus síntomas. Este conocimiento resultó al visitar, por motivos profesionales, a uno de los nuevos grandes burócratas de ese Tiempo y que recién nombraban por primera vez en su vida, en un cargo público.


Mi experiencia y conocimiento sobre el tema se inicia un día como cualquier otro, al llegar ante la secretaria de uno de estos personajes ya infectados, la que, antes de que yo pudiera expresar el motivo de mi visita, me dijo de sopetón ─ presuponiendo el motivo de mi visita ─ que no había vacantes, y que el “Licenciado” no podía atenderme. Ante tal actitud, me sentí ofendido, por lo que también respondí de manera agresiva y le dije: “Mire señorita, vengo a esta oficina por motivos profesionales, no vengo a pedir “chamba”, tampoco ningún favor. Además el señor que es su jefe NO ES LICENCIADO, pues no ha obtenido ningún título universitario y creo que ni siquiera terminó la secundaria. Al menos que le digan licenciado porque tiene licencia para manejar carro.


Viendo yo, que había cámaras que enfocaban a todas las personas que llegaban ante la referida “Recepcionista” y lógicamente sabiendo que “El Licenciado” me estaba viendo, y siendo yo una persona sobradamente conocida para él y conservando aún la ingenua seguridad de que “el amigo” me recibiría, aún con la grosera actitud de la joven que me “atendía” y no de él, nuevamente me dirigí a la Secretaria y le dije: “Dígale a su jefe, que seguramente me esta viendo, que necesito que me reciba porque tengo asuntos oficiales que tratar con él.”


La secretaria, de mala gana entró a la oficina de su jefe, luego, casi al instante, regresó y me dijo: “Dice “El Licenciado” que disculpe usted, pero que en este momento no lo puede atender porque está en una reunión muy importante, que si usted quiere deje su número de teléfono para decirle cuando lo puede recibir.”


Ante esta actitud grosera por parte del burócrata de marras y sabedor yo de que se encontraba reunido con una pacotilla de vagos que iban a esa oficina a terminar las tertulias que el día anterior dejaban inconclusas en la cantina que frecuentaban y que no era verdad la importante reunión, me llené de indignación y me fui. Pero no me quedó más remedio que guardarme el enojo.


Un tiempo después, estando yo reunido con algunos buenos amigos, comente sobre el incidente que he narrado ya que el referido “Licenciado” era conocido por todos. Me imagino que mi relato reflejaba mi enojo, ya que un amigo de mucha experiencia y sobrados años, Don Rafael Callejas Valentine, que se encontraba entre los presentes me dijo: “Mirá mijo, no te amargues la vida por eso, lo que te pasó es muy común y debés de comprender que esa actitud es consecuencia de “LA ENFERMEDAD DEL ZOPILOTE, ese es el síntoma característico.” Con gran curiosidad, le pedí a don “Rafaelito” que me explicara en qué consistía esa enfermedad, y este me contestó haciéndome una pregunta: ¿“Has visto con atención a los zopilotes.? Y él mismo se contestó: “Vos los mirás como se remontan a grandes alturas y casi no los distinguís en el cielo, pero si ponés atención ves, que se mantienen raudos, inconmovibles, casi no mueven las alas, dejándose llevar por las corrientes de aire, disfrutando de la situación en que se mantienen. Pierden la dimensión del mundo en que viven, de la realidad, de su entorno. No escuchan nada ni a nadie por la altura a que se han subido. Los enfermos de este mal, Solamente escuchan a su ego. Como los zopilotes solamente al viento. Y aprecian únicamente al adulador. No distinguen al amigo. Están ciegos del alma y de la conciencia, la Tienen borrada y en total oscuridad. Miran hacia abajo, pero a todos nos ven como unos pequeños e insignificantes seres. A veces hasta nos ensucian con los deshechos de su alma enferma, que expulsan con el desprecio que expresan por los demás. No se dan cuenta, que si ven hacia arriba, comprobarán que existe un universo encima de ellos. Pero......” El amigo guardó silencio, por lo que lo urgí a que me diera la respuesta. Luego respondió: “Pero la verdad es que estos enfermos, como el zopilote, siempre, forzosamente tiene que bajar a comer... lo que siempre han comido.


Como corolario a esta historia, debo de decir, que el personaje al cual me referí al principio, como al que yo llegué a visitar y que dio pie a esta historia, era alguien a quien consideraba un buen amigo mío, al que, un tiempo después de lo sucedido, fue despedido del cargo que ocupaba, por corrupto e incapaz y llegó a pedirme un gran favor. El cual, ya superada mi indignación por su errada conducta, se lo hice sin ningún rencor, sino más bien con lastima. Ya que la manera que Dios le concedió para aprender humildad y castigar su soberbia, fue muy dura. Y pretendiendo con este relato que las personas a las que aludimos, no anden dando besitos y abrazos hipócritas a Raimundo y medio mundo para congraciarse con los que despreciaron y ofendieron en sus momentos de poder, para que les den de nuevo su amistad, confianza y respeto. Sin embargo, en lo único que no concuerdo con Rafaelito es que estos personajes enfermos, si bien es cierto que en determinado momento dejan de ser poderosos, en la mayoría de los casos salen de esos cargos convertidos en millonarios y potentados por sus malas artes y ya no regresan a comer lo mismo que comían antes. JAROVEMA

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