Villa de San Francisco, Franciso Morazán, Honduras

martes, 9 de marzo de 2010

EL LEGADO DE CABAÑAS por: Roberto Pastor Fasquelle

Por: Rodolfo Pastor Fasquelle

Para mí es un gigante. Me cae mal que digan que es héroe “porque murió pobre”, porque eso es una estupidez, y un mensaje equivocado. Tampoco Cabañas consideraba que ser “pobre” era un merito. No quería ser serlo. Y nadie debe desearlo del estado seglar. Se ufanaba más bien Cabañas en ser productivo: trabajaba (cultivando, criando y vendiendo ganado, un poco de minería y explotando el bosque para leña) para salir de pobreza, en tiempos difíciles y vivía lo mejor que podía, prescindiendo de lo innecesario. (¿Para qué quiere uno un traje formal si vive junto a un corral?) Dice explícitamente en una ocasión que quisiera tener dinero, para auxiliar al Erario en la republicana lipidia. Y muchas veces se simplifica al héroe a la hora de mitificarlo, sin entender de donde viene ni como se relaciona la virtud que se le celebra de la honestidad con muchas otras. Y me cae mal también que venga alguien a decir que no pudo explotar el bosque propio, como explotaba Morazán una concesión forestal, porque habría sido “un depredador del medio”. ¡Han perdido contacto con la realidad estos ideólogos! ¿Qué se supone que debe hacer la gente –morirse de hambre y sed, renunciando a la reproducción-- para satisfacer a estos fariseos? Algo tiene Cabañas de santo, pero no era un ángel.


Uno de los problemas, he dicho, es que la “historia de bronce”, la historia de los héroes que, precisamente porque tiene su sentido no debe falsificarse, sigue ineludiblemente patrones y funciona como la hagiografía, la historia de los santos, presentando modelos, como dice la Messen, “aunque tengan por ahí unos cadáveres en el armario”. Puesto que los héroes deben de cumplir una serie de requisitos, lógicamente sus historias se concentran en llenar los patrones de esos modelos. Y la de Cabañas sigue el modelo del héroe romano Cincinato, símbolo de renunciación y honestísimo y abnegado varón, que solo aceptaba salir al servicio de sangre de su patria cuando era preciso, en aquellos tiempos tan violentos como los nuestros y luego rechazaba premios y honores.


Una anécdota de la celebrada honradez de Cabañas es el rechazo a la pensión vitalicia que le ofreció un Congreso. “Todos los ciudadanos tenemos la más estrecha obligación de servir a la patria...” respondió. Me han hecho todo el honor que quiero al nombrarme Soldado de la patria, pero al otorgarme una pensión vitalicia nos exponen al escarnio enemigo y se olvidan de la penuria del erario público. (El meritísimo Froylan aceptaría después una pensión.) “DESEARÍA TENER CUANTIOSAS RIQUEZAS QUE SUMINISTRARLE, A FIN DE QUE CUBRIESE TANTAS Y TAN IMPORTANTES ATENCIONES A QUE NO ES POSIBLE ACUDIR POR FALTA DE MEDIOS, ¿CÓMO HABRÍA DE QUERER AUMENTAR SUS APUROS GRAVÁNDOLO CON ACEPTAR UNA PENSIÓN?”. Y en estos benditos tiempos institucionalizados, por cuyos progresos hay que agradecer al Señor, todo el mundo lleva pensión: generales y coroneles y ex presidentes, ex rectores y profesores que se jubilan con sueldos de Ministros o de Comisionados! Pero se mitifican y distorsionan los hechos cuando se quiere que Cabañas fuese solo honesto y no lo fuera nadie más.


Tengo la impresión de que la mitificación empieza desde el momento mismo de su muerte. Cabañas era un hombre que había inspirado a la vez cariño y respeto por muchas virtudes. Era tolerante: no hubo durante su gobierno violencia ni “extrañamientos” como se decía, persecución, confinamiento de adversario, en un tiempo en que era común todo eso además de la expropiación y el asesinato de los opositores. Probó ser un genuino demócrata y conciliador (acepta el favor de Lindo y ser presidente liberal con vice conservador), pero siempre definido. Liberal, centro americanista, radical en su lealtad a Morazán: “Mi amado General” confiesa nerviosamente el Gral. Luis Maldonado, que le decía Cabañas en su correspondencia. (Eran almas gemelas he dicho yo, alter egos, el uno del otro. Amigos genuinos, como siempre hay pocos.) A diferencia de Lindo por ejemplo, que cambiaba de idea y de partido y de gabinete según soplaban los vientos de la conveniencia.


Pero hay que admirarle a Cabañas otro tipo de honradez más profunda y una valentía que quizás solo Morazán igualo. Intrépido, Cabañas asustaba a sus enemigos porque, sin ser nunca cruel, no amagaba ni se guardaba un golpe. Y son estas otras virtudes del héroe las que le dan sentido a su honradez, la ponen en contexto. ¿Cómo dicen los joyeros? ¿La engarzan? Porque de que serviría --fuera de consuelo de inútiles-- que un hombre fuese solo honesto, como que fuese solo inteligente o solo valiente, “el Caballero sin tacha y sin miedo.” Era todas esas cosas y además...


Perseverante y pragmático. Fue un hombre visionario, el primer impulsor del ferrocarril y el café y la artesanía de junco. Un Presidente educador, que aun siendo ganadero, impuso impuestos a la exportación de ganado y madera para establecer las primeras 50 escuelas públicas pagadas por el erario nacional.


Modesto. A la hora que la Asamblea lo nombra Vice Jefe de Estado, rehúye el nombramiento, ¡suplica que se reconsidere la elección y aduce “que no está preparado para tan alto cargo, que es un soldado, que no tiene conocimientos de la administración pública”! ¡Cuánto quisiéramos modestia en los líderes de hoy! Como volvió a rechazar su elección como presidente de la Republica, después de la muerte de Juan Lindo hasta que le convencieron de que no había alternativa. O sea que el hombre tenía una honradez intelectual que hoy parece casi inverosímil, cuando cada perico de los palotes cree que puede. Sin haber demostrado carácter ni virtud.


Luego aunque es cierto (“de los eternos reveces” dice Rosa) que cometió errores y perdió batallas en las que estaba en condiciones de inferioridad, no lo es que fuera mal soldado. Por el contrario todos los testimonios que tenemos (de sus amigos y de sus enemigos) confirman que lograba inspirar una gran confianza de su tropa para movimientos audaces y desconcertantes en el campo de batalla y que era temido de sus enemigos, que los comparaban con “un demonio, un rayo” según palabras del mulato Ferrera. Y finalmente leal. Recordé en el foro aunque se estilaba entonces una barba muy recortada y pulida, el chaparro de Cabañas usaba una larga barba de profeta, en memoria y protesta por el asesinato de Morazán. Y a la nación centroamericana, más allá de cualquier partido o facción.


Cualquiera diría que habría sido imposible atacarlo. Pero sus enemigos lo acusaron de vende patrias y hasta llegaron a insinuar que buscaba beneficiarse de la contrata con Squier. Pero Cabañas rehusó la ayuda de Walker, por quien “juro que nunca más combatiría a un gobierno centroamericano, mientras un filibustero pisara suelo patrio”. Quizás como otros habían creído que podía encontrar en los estadounidenses una fuerza con que equilibrar la agresividad de los ingleses pero, viéndolo, cae en cuenta que es un caballo de Troya que habían metido inadvertidamente al corazón del istmo. Loor a Cabañas compañeros, este chaparro de barba despeinada que todavía inspira, 200 años después, el fiero patriotismo de unos pocos, la incomprensión de muchos y este homenaje también personal por su lucidez. ¡Y que no duerma pensando en él nuestro enemigo!

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